viernes, 24 de agosto de 2018

Tierra de incas

Tardé pero aquí estoy otra vez y con muchas cosas que contar. Primero (y creo que esto ya lo sabían), estuve de viaje en Perú, visitando a mi familia y aprovechando las cuatro semanas de estadía en mi amado país para pasear un poco con mi esposo y mis hijos.

De hecho, fueron muchas las experiencias vividas y, ahora, sólo me queda dar gracias por cada minuto pasado con quienes quiero y por poder compartir con ustedes algunas de las maravillas de mi país.

Sí, aunque son muchísimas las fotos que tomé (menos habría sido imposible:-)), quisiera aprovechar la oportunidad para mostrarles un poco de mi tierra y, por qué no, animarlos con ello a conocerla…


Tras dos semanas intensas en Lima, llena de invitaciones y encuentros con familiares y amigos, tomamos un avión a Cusco, la capital del imperio inca.

Nos hospedamos en el Valle Sagrado de Urubamba, desde donde iniciamos el primer recorrido hacia Ollantaytambo, antiguo pueblo de construcciones originales, que desempeñó un papel importantísimo durante la resistencia inca frente a la conquista española.


Además de sus calles estrechas y empedradas, sus viviendas y canales de agua, nos dejamos atraer por sus incontables puestos, llenos de  una variada artesanía y textiles multicolores… ¿Verdad que llaman la atención?


De ahí, nos encaminamos hacia su conocido centro arqueológico, para admirar sus terrazas y sus muros de defensa casi perfecta.


Tras tomar un poco de aire, algo de impulso y dar el primer paso,  emprendimos la subida, sin atrevernos a contar la infinidad de escalones que nos precedían:-))…


… con lo que pudimos disfrutar del paisaje en todo su esplendor y deleitarnos con su imponente arquitectura.



Obviamente, nos dimos un tiempo para una pausa de vez en cuando, para tomar las fotos de rigor…


… y para ver algunas de las construcciones algo más de cerca.

Como seguramente más de uno sabe, en Ollantaytambo se toma uno de los trenes que llevan hasta Aguas Calientes, la estación previa a las famosísimas ruinas de Machu Picchu. Eso fue, precisamente, lo que hicimos un día después, tras levantarnos al alba.


Luego de un viaje de una hora y cuarenta minutos en tren, la espera de otra hora más en Aguas Calientes y media hora adicional en bus, llegamos por fin a nuestro destino: ¡Machu Picchu!

Debo decir que el viaje en sí es todo un espectáculo y hay que mantener los ojos bien abiertos para no perderse las impresionantes montañas por las que nos abrimos paso… ¡es alucinante!


En fin, he aquí la clásica foto de postal, captada por mi cámara y en la que aparecen las mundialmente conocidas ruinas de Machu Picchu, frente al imponente Huayna Picchu... Para quitar el aliento.


Algunos dicen que no irían por lo concurridas que son, pero créanme que no hay nada comparable a la sensación de pisar ese suelo y respirar la atmósfera del lugar. Es una experiencia única.


Además, el número de visitantes está limitado por día y, como pueden ver, se encuentra más de un momento y un punto ideal para descansar, tomar una foto o, simplemente, respirar hondo y contemplar el paisaje.


Antes de dejar las ruinas, quisiera mostrarles uno de los lugares que más me impresionó: el Templo del Cóndor... ¿Ven su cabeza? Es la que se halla tallada en el piso. Las alas (aunque en mi foto no se ven) la forman dos piedras enormes, que se aprecian en la pared trasera del templo y se extienden a los lados. Una maravilla.


Tras despedirnos de Machu Picchu y de estas bonitas llamas, dimos por finalizado nuestro tour y tomamos el bus de regreso a Aguas Calientes para almorzar.


Preguntamos por un buen restaurant y nos recomendaron el "Tree House" del hotel "Rupa Wasi", al que llegamos tras toparnos con el señor "inca" y dar un par de vueltas por el pueblo:-)


¡¡¡Buenísimo!!! Aunque un poco caro en relación a los precios de otros locales, no lo fue si tomamos en cuenta la calidad y originalidad de los platos que nos sirvieron. Todo estuvo realmente delicioso y nos quedamos con ganas de repetir:-)

A pesar de que la visita a Machu Picchu nos dejó felices pero a la vez agotados, no dudamos en levantarnos temprano al día siguiente para continuar nuestro viaje hacia Maras y conocer sus famosas salineras…


Maras se halla a más de 3,000 metros de altura y cuenta con más de 3,000 pozas (algunos dicen que hasta 5,000) de aproximadamente 5 m2 cada una, en pleno funcionamiento. Al llegar, la vista resulta impresionante y, cuando uno se acerca, se siente irremediablemente atraído por el blanco de la sal, con lo que su compra posterior se hace imprescindible.


Para terminar esta publicación (que sin querer se me hizo larga:-)), les presentaré la última visita del día: Moray. Ubicada a sólo 8 kilómetros de Maras, esta población cuenta con el más importante "laboratorio" inca, creado con el fin de lograr la adaptación de la distintas plantas de la zona a la altura de la región. Inteligente, ¿verdad?

Como ven, el mío fue un viaje largo que, por supuesto, no termina aquí. Si están de acuerdo y deciden volverme a visitar, los saludaré nuevamente mañana para continuar con mi historia y compartir con ustedes algo más de mi querido Perú;-)

Los dejo, entonces, esperando que hayan disfrutado esta entrada; les mando un fuerte abrazo y les deseo unas muy buenas noches… ¡Nos vemos!

No hay comentarios:

Publicar un comentario